La plata no alcanza: el consumo se derrite al calor del incremento de los gastos fijos

La estabilidad económica no se traduce en una expansión del consumo. Todo lo contrario: los últimos reportes de Indec dan cuenta que durante el año pasado los supermercados tuvieron una caída en sus ventas de 11 puntos porcentuales.

Economía01/03/2025Jorge NietoJorge Nieto
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El combustible que mantiene arriba la moral del gobierno es sin lugar a dudas la baja de la inflación, junto a una de sus causas: el control cambiario. Es el norte que se fijó la gestión anarcolibertaria y que cumple luego de los fogonazos inflacionarios de los primeros meses de su administración. La inflación anclada en torno a 2 puntos porcentuales es un resultado para nada despreciable habida cuenta de que para encontrar un piso similar tenemos que retrotraernos a mediados del 2020.

La estabilidad de los precios y de uno de los precios de mayor peso (el dólar) es el principal capital del Gobierno. Junto al equilibrio fiscal que pretende dotar de sostenibilidad al programa económico del tándem Milei-Caputo. Estas son las aristas del triangulo de hierro económico que hasta el momento se mantienen inalteradas, más allá de las tensiones habituales sobre el dólar o alguna leve suba de la inflación. 

Sin embargo, la estabilidad no resulta en una expansión del consumo. Todo lo contrario. Los últimos reportes de Indec dan cuenta que durante el año pasado los supermercados tuvieron una caída en sus ventas de 11 puntos porcentuales. Esa caída fue regular a lo largo del 2024 en la comparación entre meses sin advertirse nunca una tendencia consolidada positiva. De hecho, en el último cuatrimestre las ventas de los supermercados experimentaron contracciones consecutivas en septiembre y octubre, una recuperación en noviembre seguido de otra baja en diciembre, nuevamente. 

En la misma línea, el consumo real mostró una contracción aún mayor en los autoservicios mayoristas con una caída de 15% acumulada durante todo el 2024. Las estadísticas oficiales también muestran en este rubro que la dinámica del consumo se deprimió en el último mes del año, destacado históricamente por ser un período de frenesí para el consumo y las ventas. 

El rojo de los alimentos infaltables de la canasta básica
El año que pasó fue adverso para el consumo de la mayoría de los alimentos de la canasta básica. Por caso, las cámaras de panaderos de todas las provincias coinciden en que la venta de pan se contrajo en torno a un 30% o más. Asimismo, el consumo de leche per cápita es de los más bajos de la historia; siendo 197 litros el promedio per cápita de los últimos cuarenta años, el del 2024 se ubicó en los 171 litros. Un registro que solo supera al consumo de 1990, año signado por la hiperinflación, de acuerdo a datos del Observatorio de la Cadena Láctea. 

En el mismo sentido, los reportes del Instituto Nacional de la Yerba Mate dan cuenta que el mercado interno de la yerba se contrajo un 10% en relación al año 2023. Lo mismo podemos decir de la carne que cerró el año con uno de los consumos más bajos que se tenga registro y una caída interanual en torno al 10 por ciento. Mientras que el principal sustituto (el pollo) se mantuvo prácticamente sin variables en su consumo respecto al año anterior. 

Las causas de un fenómeno poco frecuente 
Intuitivamente, lo primero que uno podría aventurar sobre este fenómeno en donde tenemos tendencia inflacionaria a la baja con dólar barato y consumo contraído es que los salarios recompusieron por debajo de la inflación. Sin embargo, eso no es del todo cierto. Más allá de las diversas realidades salariales, el índice que publica Indec en base a la encuesta permanente de hogares habla de un incremento promedio de 145% contabilizando tanto los asalariados registrados como los no registrados. Eso es bastante más que la inflación acumulada durante el año pasado que cerró en 118 por ciento.

 
Por lo tanto, cabe preguntarse ¿por qué hay menos consumo si en promedio los salarios le ganaron a la inflación? Para responder el interrogante hay que tener en cuenta dos aspectos, por un lado, vale mencionar que hasta noviembre de 2024 (último registro oficial) se perdieron 186 mil empleos formales. Se trata de trabajadores que ya no tienen ingreso o que se transformaron en monotributistas (esta condición incrementó en 75 mil casos durante el año pasado). Por lo tanto, estos últimos no tienen una paritaria en donde compulsan su ingreso frente a la inflación. 

Además de caer en el desempleo o reconvertirse en trabajador independiente, una tercera categoría en la que pudieron devenir los asalariados que estaban registrados en el 2023 y no en el 2024 es en la condición de jubilado. Dentro de esta modalidad de ingreso quienes cobran la mínima son 3,7 millones de personas que tuvieron una recomposición de su haber de 105%. Por lo tanto, perdieron capacidad de consumo al incrementar por debajo de la inflación acumulada. Además, este sector debió enfrentar gastos que crecieron muy por arriba de las subas promedio.  

El ajuste obliga a las familias a erogar más de su ingreso en detrimento del consumo
La suba de los gastos fijos de los hogares, aquellos también llamados inflexibles, son otro factor clave para entender la merma del consumo. En el caso de los jubilados más aun cuando los medicamentos más demandados tuvieron un incremento superior al 200%, según un informe del Centro de Economía Política Argentina. Además, los ingresos de este sector quedaron más expuestos a estas subas dado que el ajuste fiscal pasó la motosierra por el vademécum de PAMI. 

Lo mismo podemos decir de las prepagas con subas superiores a la inflación oficial y del incremento de los servicios. Si bien la quita de subsidios energéticos (la otra parte del león del gasto estatal después de las jubilaciones) aún no se realizó en la cuantía que el gobierno desea, el año pasado hubo tarifazos importantes. Al punto que un hogar de consumo medio tuvo incrementos en su factura de luz en torno a 600% en el valor del kilo watt. 

Si a lo anterior incorporamos que el valor de un alquiler en el centro de la ciudad ronda los $350.000, de acuerdo a la Cámara de Corredores Inmobiliarios de Córdoba, y que el ingreso promedio en el país es de 640.000, de acuerdo a las mediciones oficiales, la explicación de la caída del consumo va de suyo. 

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